Nacimos con 10 años de diferencia, vivimos a varios kilómetros de
distancia, nuestras historias fueron siempre dispares y diferentes.
Tenemos pocas cosas en común. Sólo recuerdo nuestros gustos
parecidos en la música y las letras.
Hace unos días supe, lo que me imaginaba, que ya no trabajas en
C**; sé que ahora trabajas en S******.
Me tomó seis meses tratar de hacer lo que tú intentaste en cuatro.
No pudimos convencernos uno al otro. Vivimos desincronizados, con
relojes diferentes, con ritmos diferentes, con vidas desiguales.
¿Vas a volver a cambiar de trabajo y tratar de buscarme otra vez?
¿Volveré a caer en esta agonía de indecisión y búsqueda
intermitente de mis sentimientos por ti?
Trato de recordar que eres irreal, que eres un sueño.
Ya es hora de despertar.
Me pongo triste al recordarte, me siento culpable por lo que
vivimos (alejados).
Cierro mis ojos, respiro hondo. Contengo las lágrimas y me repito:
"Soy feliz".
Estaré unos días en casa de mi abuela. Aunque he pensado que
habría sido bueno buscarte para vernos, no lo haré.
Esta ambición de querer ser feliz añorando lo que no tengo me va a
consumir en vida aún más que esta tristeza de no sentirte conmigo en mi día a
día y debo dejarte ir.
No fueron mil cartas, pero fueron muchos sueños.
Nací para amarte como recuerdo, como fantasía y como sueño.
Tienes en tus manos todo para destruirme y te agradezco que no lo
hagas.
Simplemente, gracias.
Adiós, mi vida.
Adiós, mi León. :(
No hay comentarios:
Publicar un comentario