Porque te extraño a morir...

Mi querido Sr. León:

No hay palabras ni motivos para perdonarme.

Lo siento.

miércoles, 3 de junio de 2015

Dia 976

Queridísimo León.

Hoy, mientras conducía por la Ciudad, me detuve a causa de la luz roja del semáforo. Es raro que yo voltee a ver a la gente que conduce a mi al rededor, pero esta vez lo hice.
Fue así como los vi. Ellos iban en una camioneta jeep roja y se estaban riendo. Ellos no me vieron, pero verlos me causó escalofríos y vértigo. ¡Éramos nosotros de viejos!
Simplemente yo iba a tu derecha, y aunque llevaban los cristales arriba (y yo también), supe que ella llevaba puesto ese perfume con olor a dulcería.
Él se veía feliz y enamorado. Uno puede reconocer ese ligero destello en la mirada del enamorado. Esa chispa en los ojos que solo brilla por una persona. Y eso hace brillar el día completo en la oscuridad de la medianoche. Yo te vi.
Él estaba un poco calvo. Un poco regordete. Eras tan parecido a tu papá: la nariz recta y grande sobre los labios delgados que sonreían a las palabras que yo te decía.
Sí, iban en otro auto e iban con los cristales cerrados. Pero sé que íbamos cantando. Y tú me sonreías mientras cantabas. Yo te contaba algo oculto en esa canción que escuchábamos mientras el calor de la ciudad derretía las calles y mi auto pequeño. El jeep era todo el mundo que necesitamos para vivir ese momento único entre tú y yo.
Me sonreías a 20 años de distancia. Me veías con tus ojos dulces y llenos de amor. Yo, coqueta, te daba una sonrisa larga y te besaba al aire. Ya no importaban las arrugas en la piel, ni las muchas cajas de tinta que ahora usaba para cubrir un poco el cabello cano y corto de mi cabeza.
Y aunque mi cabello ya no lucia tan negro y largo como ahora, lucía elegante y feliz.
Y aunque tú ya no eras un joven gruñón, pude verte sonreír y volver a enamorarme de ti en los siguientes 5 minutos, seguir viendo como clavabas tus ojos en los míos en algún lapso breve entre cada metro que conducías, mientras yo te espiaba por el retrovisor... Hasta que una salida te llevo a un destino diferente al mío.
¡Y así te perdí otra vez!
Crucé un portal al tiempo futuro, un tiempo inexistente, donde estábamos jutos, felices y ancianos.

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