Porque te extraño a morir...

Mi querido Sr. León:

No hay palabras ni motivos para perdonarme.

Lo siento.

martes, 16 de junio de 2015

Día 989

Olvidarte es más difícil que encontrarse al sol de noche
Que entender a los políticos o comprar la Torre Eiffel
Más difícil que fumarse un habano en American Airlines
Más difícil que una flor plástica marchita
Olvidarte es más difícil que una flaca en un Botero
Que encontrarse a un gato verde, o a un cubano sin sabor
Más difícil que Lady Di en la estación del metro
Olvidarte, es tan difícil olvidarte

Olvidarte, olvidarte
Es querer jalarle el pelo a una botella
Es creer que la memoria es un casete para borrar
Olvidarte es recordar que es imposible
Olvidarte, olvidarte
Incluso es más difícil que aguantarte
Si extraño tu neurosis y tus celos sin razón
Como no extrañar tu cuerpo en mi colchón

Olvidarte es un intento que no lo deseo tanto
Porque tanto es que lo intento que me acuerdo mucho más
Y he llegado a sospechar que mi afán de no acordarme
Es lo que me tiene enfermo de recuerdos

Olvidarte es lo que espero para reanudar mi vida
Harto de seguir soñando con la posibilidad
De que un día por error, o pura curiosidad
Le preguntes a un amigo por mis huesos

Olvidarte, olvidarte
Es querer jalarle el pelo a una botella
Es creer que la memoria es un casete para borrar
Olvidarte es recordar que es imposible
Olvidarte, olvidarte
Incluso es más difícil que aguantarte
Si extraño tu neurosis y tus celos sin razón
Como no extrañar tu cuerpo en mi colchón

Olvidarte. Ricardo Arjona

Créeme o no, esta canción apareció de la nada entre mis canciones que escuchaba esta mañana. ¡Ricardo Arjona! ¿Quién lo iba a decir?
¿Por qué cuando escucho algo que quisiera no me hablara de recuerdos o heridas, ahí estás tú? Suponiendo, en la odisea de suponer, que las cosas que uno hace tienen todas estas minúsculas acciones que van tejiendo un entramado gigantesco y que este mismo entramado nos une o nos separa por sendas diversas... ¿Habrá un día en que este entramado nos lleve a unirnos otra vez? 
Me soñé siendo Fermina Daza, esperándote 52 años, 9 meses y 4 días. Tú, mi Florentino Ariza. Tú que ibas a llevarme a navegar por el Río Magdalena de aquí hasta que el último suspiro dejara nuestros cuerpos.
No quisiera que tardáramos tanto, ¿pero qué otro final se le pone a una historia de amor casi imposible?
Porque una cosa es que yo diga que no iré contigo y otra muy distinta que también tú no quieras que vaya contigo.
Y eso lo vuelve complicadísimo. Porque para que una historia de amor funcione, en teoría, deben los dos personajes centrales amarse. Y yo sí que amo todo lo que recuerdo de ti, salvo que no sé si te amo a ti. Creo que tú no me amas a mí, ni tampoco al recuerdo que tienes de mí.
¿Para qué moverse, verdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario