Porque te extraño a morir...

Mi querido Sr. León:

No hay palabras ni motivos para perdonarme.

Lo siento.

viernes, 19 de junio de 2015

Día 992

Suena mi teléfono una y otra vez. Suena sin parar. No dejo una llamada sin contestar, pensando que tal vez, sólo tal vez, tú pudieras un día darle tregua a tu orgullo y preguntarme cómo estoy. Yo te contestaría con tal alegría que me duraría la sonrisa hasta la Tercera Guerra Mundial. De otro modo, estas penas que en mí viven, sólo van añejándose y la sonrisa, mi sonrisa, se va haciendo cada vez menos frecuente y más extrañada por las personas que me rodean.
Entonces, sucede que en los bailes me da por quedarme sentada y en las fiestas, por quedarme callada. En las cenas, dejo de ver el ticket de la cuenta para no expresar una barbaridad y, aún más, me da por no contar que conocí a un hindú que escribió mi nombre en una servilleta mientras tu jefe me empezaba a ver con otros ojos. Al menos debió pensar que te libraste de una sanguijuela.
Era septiembre o nunca... Y ya me empezó a dar pánico que lleguen estas fechas tan extraordinarias. ¡Sobreviví a mayo! ¿Qué haré ahora?

"Si yo tuviera el corazón, el mismo que te dí..."

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