Porque te extraño a morir...

Mi querido Sr. León:

No hay palabras ni motivos para perdonarme.

Lo siento.

martes, 5 de abril de 2016

Inútil

Por mi parte esperaba 
que un día el tiempo se hiciera cargo del fin, 
si así no hubiera sido 
yo habría seguido jugando a hacerte feliz.

Pablo Milanés. Para vivir.

¿Cómo inicio?
Tengo que desahogarme. La noche fue tan fría. Quería tenerte ahí conmigo.
Comprendí cómo eran tus días. Las horas frente a la computadora, hablando conmigo, durmiendo con ella. Yo me preguntaba cómo era posible que ella no dijera nada... Luego, inventaron los teléfonos inteligentes y era una maravilla tener el messenger en el teléfono. La computadora pasó a segundo término y fue más sencillo estar perdiendo el tiempo de esa manera. Comprendí la dinámica: ella veía la televisión, en la misma cama en la que tú estabas semi acostado con el teléfono en la mano enviándome mensajes. O tal vez, ella leía un libro o una revista... O tal vez, también se acostaba junto a ti, con el teléfono en la mano, conectada al messenger y platicaba con alguien más a distancia. 
Los dispositivos móviles han evolucionado tanto que, ahora podemos ver películas, vídeos, leer libros, buscar información y hacer mil cosas y mil tonterías con él, sin prestar atención a las personas de nuestro entorno, ni siquiera a las personas que están acostadas en la misma cama que nosotros, ahí.
¡Todo se ha vuelto tan extraño! Comprendí la dinámica porque es la misma dinámica que vivo en este lado del mundo, donde yo decidí vivir sin ti. Porque los teléfonos no suenan, porque están en modo silencioso (ni siquiera el modo de vibrar para que no nos demos cuenta del zumbido que genera), porque los mensajes se han vuelto infinitos y las conversaciones se vuelven largas, pero no entre nosotros, que estamos acostados en la misma cama... Esas pláticas no existen. O bueno, sí, pero siempre son el mismo discurso unilateral (vaya, la palabrita esa que me impactó leer en tus correos), donde la culpa de todo mal es mío y de todo bien, de él. El mismo discurso hiriente y doloroso que me recrimina a soñar que un día podría ser mejor, porque no lo soy, porque no tengo la altura de una persona que es mejor que yo. Yo no soy.
Es ese mismo discurso merma mis entrañas y me invita a preguntarme "¿Por qué estoy aquí? ¿En qué estaba pensando? ¿En qué momento pasó? ¿Ha valido la pena?" Porque, sin que me lo proponga, me da por pensar que pudiera haber algo mejor para mí allá afuera de estas cuatro paredes, pero que está muy lejos, a más de mil kilómetros de distancia, pero que ya no es para mí... Porque ya no quieres serlo... Y claro, porque ya no lo soy.
Porque, como él dice, soy tan inútil que ni eso pude hacer bien. "Ni para coger", agregó.
Entonces quise llorar y quise volarme la cabeza, pero estoy cansada... Tan cansada... ¿Qué caso tiene? Me pregunto cómo has hecho tú para salir de todo esto sin ahogarte. Supongo que es más fácil respirar fuera del agua, lejos del yugo... En lugar de tratar de respirar cuando eres arrastrado por olas feroces en un mar de soledad y desesperanza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario