De cuentos y de canas van tejiéndose mis recuerdos que ya no recuerdo sin confundirlos con mis sueños que se han vuelto mis memorias, mismas que van haciendo un largo recorrido de lentejuelas y lentejas crudas, con las que hice saquitos de tela para ir poniéndole pesas a mi globo aerostático que me lleva arriba, arriba, arriba, más arriba que mis sueños que viví junto a ti.
De los miles de cabellos que tejiste en tu cabeza y que pensaste que yo iba a acomodar de forma milimétrica, como los frascos y botellas en tu lavabo afuera del baño, donde estaban guardadas muchas de las cosas de ella, que se había ido antes que yo llegara y que no se había ido antes de que yo me fuera.
Porque teníamos tres líneas telefónicas: una para que ella te llamara, una para que él me llamara y otra donde tu y yo no nos llamábamos más porque vivíamos juntos; aunque no me dijeras que era tu mujer más que tu novia, la que dijo que "sí" mientras aprisionaba su cuerpo debajo del tuyo antes de hacer el amor en el solsticio de verano de hace mil ochenta y seis días.
Un verano completo nos duró el calor del sol y el calor de mi cuerpo pegado al tuyo. Aunque sentí mucho frío, jamás me sentí tan cómoda y feliz en un planeta que no fuera el mío, ni siquiera en Plutón que dejó de llamarse planeta para ser sólo otro cuerpo celeste en el firmamento y otro cuerpo más en este sistema solar. Como yo, una Estrella Fugaz.
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